Fusión Creativa: Memorias del Futuro, con Ana Quiroz
Tr. Damaris Punales Alpizar
Era un miércoles de julio. Ana Quiroz estaba en su segunda semana de trabajo con estudiantes de la Academia para Recién Llegados Thomas Jefferson. El salón estaba repleto con las voces de los casi 25 chicos de escuela secundaria; la mayoría de ellos hablaban en español, aunque otras lenguas podían también escucharse. Quiroz les pidió que hicieran collages a partir de sus propios dibujos, con moldes de papel maché construidos con plastilina y otros materiales efímeros. Sus dibujos eran casas, banderas, árboles y otros rasgos de los paisajes de lo que consideraban su hogar. Había banderas de Puerto Rico, Honduras, Congo, Tanzania, Uganda, Afganistán y otros países. Una niña de Honduras incluyó un dibujo de su casa, pero también las casas de su tía y de su abuela, y la escuela: todo lo que había dejado atrás. Un niño del Congo, mientras tanto, dibujaba un tigre.
Quiroz, que es de San Miguel de Allende, en México, estuvo en Cleveland en una residencia artística durante el verano, organizada por el ArtHouse, como parte del programa Fusión Creativa de la Fundación Cleveland. (Mientras estuvo en la ciudad, Quiroz vivía en Brooklyn Center y se movía por su barrio en bicicleta). Erica Raby, facilitadora de la residencia, le estuvo mostrando la ciudad, incluida la escena artística que, según Quiroz, parece muy boyante. Y añade: “Estoy muy impresionada con la ciudad –la naturaleza, la arquitectura, los sitios abandonados. Hay algo melancólico en los sitios abandonados. Y me gusta el verde porque de donde vengo todo es amarillo”.
En su salón de clases en la Academia Thomas Jefferson, Nashalie Diaz Rosa (quien trabaja con Esperanza para ayudar a los recién llegados a aprender inglés), asegura que el programa de arte les muestra a los estudiantes de diferentes naciones cuánto tienen en común.
Aunque el programa de residencia había sido planificado para el 2020, tuvo que ser postergado a causa del COVID–19. Quiroz llegó a Cleveland el pasado mes de junio, y además de trabajar con los estudiantes de la Academia, desarrolló otros proyectos y se reunió con miembros de las organizaciones Building Hope in the City, US Together, Immigration Ohio, and Global Cleveland. Regresó a México a fines de agosto.
La vida de Quiroz está dividida entre dos pasiones: por una parte, en la utilización, para su arte, de vidrio, resina, huesos, plástico y espinas, lo que le permite explorar el significado de los materiales transparentes y translúcidos, y en el mosaico, un medio tradicional en México.
“Me gusta la transparencia porque te da todos estos reflejos”, dice. “Me gusta reciclar porque hay mucho desperdicio. He usado mucho plástico. Prefiero el vidrio. No soy sopladora de vidrio, [pero] me encanta la alquimia, la transparencia, los otros mundos, los mundos intermedios donde puedes ver algo que se ha ido “.
Su trabajo ha sido reconocido a nivel internacional. En el 2008, obtuvo el primer premio en la Bienal de Vidrio de Monterrey, y en el 2010, el primer premio en la Bienal Internacional del Banner de Tijuana. Ha tenido también residencias para artistas en Argentina (2013), Francia (2015) y Estados Unidos (2008, 2021).
Su otra vocación es trabajar con estudiantes, y este ha sido el centro de su residencia en ArtHouse. En México, además de enseñar a estudiantes universitarios que cursan la carrera de Licenciatura en Bellas Artes, en el estado de Guanajuato, también se involucra con la comunidad al trabajar con mujeres que han quedado solas con sus hijos porque sus maridos han emigrado a los Estados Unidos en busca de trabajo.
“Durante los últimos tres años he estado trabajando con una comunidad indígena en Puebla”, dice. “Hemos hecho atlas de la memoria, un mapa conmemorativo del pueblo usando apellidos en lengua náhuatl. Las personas no saben qué significan. Hicimos un códice pre-hispánico con imágenes. La mitad de la población de esa comunidad está aquí, en los Estados Unidos. También les enseño inglés. Me gusta enseñarles algo que puedan usar como un instrumento”.
Esto es similar al trabajo que realizó con los estudiantes de la Academia Thomas Jefferson: crear proyectos que ayuden a los refugiados que han dejado su cultura y su lengua atrás a conectarse, o reconectarse, con su herencia, y a ayudar a los nuevos amigos a conocerlos mejor: ofrecerles vías de conectar su memoria al futuro.
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